Muchas veces pensamos que nunca va a llegar el día en el que por fin alcancemos la meta o metas que nos hemos propuesto. Entonces, en ese momento, nos dejamos absorber por los pensamientos de futuro, y, es tal la absorción, que nos llegamos a olvidar, incluso, de que existe un presente, un camino que estamos recorriendo. Nos olvidamos que en ese camino hay mucho que saborear, sabores dulces, amargos, picantes, sabores que algunos nos encantarán y otros no querremos volver a probar; muchos errores que cometer, de los que debemos aprender y que nos ayudarán a ser más fuertes y mejores personas; muchas sonrisas que disfrutar; muchos sentimientos que experimentar, y, en definitiva, nos olvidamos de todo aquello que nos hace personas. No importa que tan empinado sea tu camino, pues, muchas veces, lo más bonito de la vida está en esa escalada y no al final.
Hay quien se rinde, se olvida de la meta, del camino, y tira la toalla, y ante eso sólo le queda la resignación. Yo sólo te puedo decir que podemos caernos, pero ante tal tropiezo te animo a que te vuelvas a levantar y sigas adelante. Porque si te rindes de lo único que puede servirte es que en un futuro, quizás de horas, días, o el tiempo que sea, te acabes lamentando por no haber luchado por aquel sueño o aquello que deseabas, o te acabes arrepintiendo de no haber saboreado el recorrido.
"No te rindas, que la vida es eso, continuar el viaje, perseguir tus sueños, destrabar el tiempo, correr los escombros y destapar el cielo" -Mario Benedetti-
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